Cuando los pequeños juegan a ser grandes
El Mirandés es de esos equipos que engancha, que te gana por el corazón.
El Mirandés es de esos equipos que crea afición, que consigue que toda España lo siga desinteresadamente.
El Mirandés es de esos equipos que se hacer querer, de esos equipos capaces de revolucionar, desde segunda o tercera división, los bares, el café de primera hora de la mañana, capaces de colarse en las conversaciones de ascensor, en los descansos de oficina, en las reuniones de cuadrilla…
Es de esos equipos que hasta los que no saben de fútbol los conocen.
El Mirandés es de ese grupo de superhéroes sin capa que miran a los ojos a los grandes, de esos equipos formados por el panadero del barrio, el banquero de la sucursal de toda la vida o el chico de la cola del paro, que le plantan cara a las estrellas.
El Mirandés somos todos, porque el Mirandés es la ilusión, el sueño que queremos alcanzar los que nos levantamos a golpe de despertador, y nos creemos galácticos en los patios de colegio, o siempre queremos ser el nueve en la pachanga con los amigos, de los que queremos ganar hasta el entrenamiento.
El Mirandés es capaz de tutear al Villareal, de dejar de lado al Racing de Santander, y de eliminar al Español. Y llegar a La Catedral.
La Catedral, donde se va a rezar con rosario en mano, no a pedir piedad, y el Mirandés no se arrodillo ante el Bilbao. Y eso que en San Mamés no solo se juega contra los leones, también se juega contra ciento catorce años de historia, ocho ligas, veintitrés copas del rey.
Pero el Mirandés no estaba solo, porque al Mirandés lo empujabamos todos. Y el Athletic, el Athletic jugaba contra once de Miranda del Ebro y contra media España. Porque si hay algo más difícil que ser un matagigantes, es ser el que acabe con el sueño de toda una afición. Pero los de Bilbao están acostumbrados a dibujar victorias con los tacos de sus botas. Los de Bilbao son guerreros.
El Mirandés perdió, volvió a la realidad, volvió a ser mortal, volvió a tener que madrugar. Pero salió de La Catedral como ganador moral. El Mirandés se fue con su gesta de semifinales bajo el brazo, con su minuto de gloria, el Mirandés salió como pocos lo hacen, con el respeto del rival, con el respeto del Athletic de Bilbao.
Y el Mirandés se fue a ese limbo reservado a milagros como el Alcorcón, el Figueres, el Numancia…
Mirandés, hasta luego, nos vemos en el terreno de juego.
Es una pena, lo bueno que seria si les diese una lección a estos equipos de ta alto presupuesto. Aúpa Mirandes!!!