Adidas y Puma, hermanos que se odian.
Adolf y Rudolf Dassler fueron los dos hermanos fundadores de Adidas y Puma, hace más de 60 años.
Se odiaron, recurrieron a los más turbios tejemanejes, métodos mafiosos y triquiñuelas, todo por la brutal competencia comercial y por la obsesión de colocar a sus compañías en la cumbre. Y sus descendientes, hijos y nietos, heredaron empresa y rivalidad.
Adolf y Rudolf comenzarón fabricando zapatillas y pantuflas sin marca, y calzado con clavos para los pocos que salían a correr al aire libre. La calidad de los productos de los dos hermanos llegó a oídos de Josef Waitzer, entrenador del equipo alemán de atletismo. Adolf era el artista y Rudolf el relaciones públicas, no tardaron en colar sus zapatillas en la villa olímpica en los Juegos de Berlín de 1936. Jesse Owens fue la estrella de aquellos juegos, se colgó al cuello la gloria dorada cuatro veces, con unas zapatillas de clavos obra de Adi Dassler.
La companía de los hermanos Dassler comenzaba a despegar.
La II Guerra Mundial reconvirtió al fábrica de zapatillas en fábrica de armamento. Adolf se libro del frente quedándose al cargo del nuevo negocio bélico.
Rudolf, convencido de la causa nazi y chivato de la SS, se unió a las tropas en Sajonia y desde allí escribió una misiva a su hermano llena de afecto: «No dudaré en pedir el cierre de la fábrica para que tengas que asumir una ocupación que te permita jugar a ser jefe y, como deportista de elite que eres, tengas que llevar un arma».
Finalizada la guerra Adolf pudo continuar con la empresa familiar, mientras que Rudolf, tras haber sido prisionero de los americanos y denunciado por su propio hermano, tuvo que emigrar, con mujer y dos hijos, al otro lado del río Aurach para empezar de cero en una pequeña fábrica en Würzburgerstrasse.
Los empleados técnicos se quedaron con Adolf, los empleados de ventas se quedaron con Rudolf. El río marcó la linde entre los adeptos de uno u otro hermano. Rudolf fundó Puma, y un año después Adolf registró otra compañía para hacerle la competencia, Adidas.
La primera gran victoria fue para Adolf, en el Mundial de Suiza 1954, que comenzó a trabar amistad con el seleccionador alemán Sepp Herberger, después de que su hermano Rudolf lo menospreciará. Suministró unas botas con tacos ajustables para que los jugadores alemanes no resbalasen en caso de que el campo se anegara. En la final contra la imbatible selección Húngara, comenzó a llover. Las botas Adidas se agarraron como lapas en aquella chocolatería, y un resultado inesperado: Alemania doblegó 3-2 a los magiares. Fue bautizado como «el milagro de Berna.»
Adolf tenía otro enemigo en casa: Horst, su hijo mayor. Desoyendo la política paterna, el vástago mangoneó en la división francesa de la marca, y en su currículo se detalla cómo bloqueó un cargamento de Puma con destino a los Juegos de Melbourne en 1956, de qué manera llegó a un acuerdo con jornaleros del olivo de Fabara (Zaragoza) para que cosieran balones para Adidas en los 60, o cómo se las ingenió para vender en exclusiva zapatillas en la Villa Olímpica en México 68. Durante la tiranía simpática de Horst Dassler, Adidas reclutó para la causa a Bob Beamon, atleta que trituró el récord de longitud (890 centímetros), y a Dick Fosbury, estadounidense que inventó escorzo para el salto de altura.
En el otro lado del río, Armin, hijo de Rudolf Dassler, propinó golpes maestros. Los atletas del black power dejaron en el podio unas Puma colocadas estratégicamente para que fueron examinadas por medio mundo: un cóctel de reivindicación y mercadotecnia. También consiguió que un muchacho brasileño con el 10 a la espalda se atara en unos momentos eternos sus botas Puma, modelo King, antes del saque inicial en un encuentro del Mundial de México 70. Las cámaras clavaron la mirada a ras de suelo en sus mágicos pies. Esa secuencia metió millones de marcos en la fábrica de Rudolf. El pelotero en cuestión era un tal Pelé.
La rivalidad entre Puma y Adidas también los llevó al vestuario de la Selección Española.Adi Dassler prometió a cada jugador 100 dólares por calzar Adidas. Los rojigualdas se jugaban el pase al Mundial en Francfort frente a Yugoslavia. Todos cambiaron de botas menos el madridista Pirri, quien a cambio de 400 dólares pintó las tres rayas, símbolo de la marca, sobre sus botas Puma teñidas de negro. Adujo que las Adidas «le hacían rozadura».
Rudolf Dassler moría el 6 de septiembre de 1976, su hermano Adolf lo hacía cuatro años después, tumba se colocó a la mayor distancia posible de la de su amado hermano.
Puma pasó a manos del hijo de Rudol, Armin. Ficharon al flaco Cruyff, al danés Simonsen, al nibelungo Netzer… y en el año 86 Diego Maradona ganó el Mundial de México con unas Puma que dejaron a los jugadores de Inglaterra como puertas temblorosas tras un eslalon de esquí.
La casa Adidas cayó en manos del empresario francés y ex presidente del Olympique de Marsella Bernard Tapie en 1990, años más tarde entraba en bancarrota.
El ocaso coincidió con la explosión de las marcas estadounidenses Nike y Reebok, que le arrebataron parte del pastel gracias a la popularización de la NBA. Madonna o Brad Pitt luciendo modelos de Puma contribuyeron al relanzamiento de una empresa en horas bajas desde la retirada de Boris Becker. Su presidente, Jochen Zeitz, no pudo frenar la compra por parte de PPR, una multinacional francesa.
Por su parte, Adidas volvió a manos alemanas, compró Reebok por 3.000 millones de euros y su consejero delegado, Herbert Hainer, devolvió gloria y dividendos.Últimos símbolos: Zidane, el galáctico Beckham y varias selecciones nacionales de relumbrón. Cuba incluida. Porque de los tentáculos de Adi no se libró ni Fidel Castro, que viste su anti imperialista, revolucionario y quebradizo cuerpo con un chándal Adidas cada vez que reaparece. Como reza el último lema de la marca, impossible is nothing.
Irónicamente, el único miembro de la saga ligado a alguna de las dos compañías es Frank Dassler, nieto del fundador de Puma que ¡trabaja para Adidas!. Últimos símbolos: Zidane, el galáctico Beckham y varias selecciones nacionales de relumbrón. Cuba incluida. Porque de los tentáculos de Adi no se libró ni Fidel Castro, que viste su anti imperialista, revolucionario y quebradizo cuerpo con un chándal Adidas cada vez que reaparece. Como reza el último lema de la marca, impossible is nothing.
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